jueves, 19 de julio de 2012

PASIEMOS POR PEÑA FORCA



Bajo la atenta y pétrea mirada de la pareja de chesos que presiden la Plaza de la Fuen fuimos, poco a poco, acudiendo al punto de encuentro. Primero los que ya estábamos en “lo lugar” y un poco más tarde los que venían desde Ejea y que no tuvieron más remedio que pegarse un buen madrugón.

No sé si alguien se preocupó en contarlos, pero creo que finalmente nos juntamos cerca de 40 personas con ganas de castigarnos el cuerpo para subir a Peña Forca, que es como el telón de fondo de todo el Valle de Hecho.

Con los coches nos dirigimos a La Reclusa, pasando antes por Siresa y cogiendo la pista que ladea el barranco Hospital.

Aquí empezó la caminata, al principio por la pista que cruza el barranco para desviarnos en pocos minutos a nuestra derecha siguiendo las señales verdes y amarillas de la Senda de Camille.

Ganando altura nos adentramos en el estrecho de Allará entre los picos de Cuello Marcón a nuestra izquierda y las faldas de Peña Forca a nuestra derecha, pasando por la entrada de una cueva y llegar al pequeño refugio de madera de Alano donde echamos un pequeño “tentempié” al lado de la fuente, saboreando además de nuestras viandas los impresionantes paisajes kársticos que nos rodeaban.

En este punto hicimos dos grupos: uno iría hasta el fondo del circo para subir por una senda más o menos pedregosa hasta la cima y otro iría por otro camino menos evidente que nos deja en su parte final en la cresta del pico y que nos obliga a realizar tres destrepes fáciles pero con ambiente. Una cuerda en el tercero ayudó a superar este paso.

Creo que pocas veces se habrán juntado en la cima de Peña Forca tantas personas, pues casi había que pelear para hacerse sitio y para conseguir una loncha del pernil de jabalí que Juanito de Blasa sacó de su mochila y que compartió con todos los presentes.

Tras las fotos de rigor en la cima conquistada comenzamos el descenso hacia el Achar de Forca y luego a la Fuén Fría para almorzar y coger fuerzas para afrontar la incómoda bajada hasta “Lo cuello baxo de Lenito”.

Un pequeño descanso y ya solo nos restaba descender por el frondoso bosque de hayas hasta el lugar donde habíamos estacionado los vehículos.

Unos más cansados que otros, pero todos con la satisfacción de haber disfrutado de unos paisajes que son un regalo para los sentidos, dimos por finalizada nuestra jornada montañera.

Solo nos quedaba disfrutar del “descanso del guerrero”, y de eso se ocupó Francha, que nos invitó a su borda para tomar lo que quisiéramos: cerveza, café, melón, pacharán…… en fin, un lujo después de la pateada que llevábamos encima.

Desde aquí damos las gracias a nuestros amigos chesos por una jornada tan agradable y les recordamos que les debemos una.

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